Mi intuición dio de lleno, colega. Pese a esto, se nos complicó demasiado aplacar al local, que de entusiasmo y forma venía a galope seguro. Ese alero fue un problema constante, un tropezón que el peruano jamás pudo superar. Con doce de diferencia no hacemos las pases ni con dios ni con el diablo, pero viajamos con chances intactas a una posible repesca. Quizá el gran vencedor de esta tarde fuese Canadá, con su victoria holgada sobre Ecuador y sus ochenta y tantos a favor.
Por ahora tenemos aliento para celebrar tres días, pues la perspectiva de México nos provoca retozones prematuros de conciencia, pero los cuarenta y ocho minutos aún habitan en fantasías. Ganamos hoy, procuremos no perder mañana.