En efecto, la expulsión de tu pívot contribuyó al mejor despliegue de mi seleccionado. Sin un oponente a su medida, Ramón hizo de las suyas. No obstante, la entrada de tu alero en lugar del interior se debió a un abuso de faltas, circunstancia inédita en tu pívot. Me gustó mucho el ritmo de aquel duelo. A contramano del cotejo de ayer.
Mis pupilos se untaron en indecisión y casi dejan escapar un triunfo ante Bona Fortuna. Pese a que el local resignó el podio, alineando un quinteto suplente, mis muchachos encontraron serias dificultades para circular hacia el aro. Me animo a creer que la condición de visitantes nos enfrió los motores, puesto que la victoria local habría sido una realidad de haber apostado Bona Fortuna por Montecinos en zona y Ruiz Díaz desde el primer cuarto.
Las iterativas faltas cometidas por el local fueron acelerando el pulso de la gradería; sin embargo, los frecuentes desaciertos posponían el naufragio del anfitrión. De haberse capitalizado cuanto menos un 75% de los lanzamientos libres, el triunfo habría sobrevivido al tercer cuarto. No obstante, para el inicio de los doce decisivos Bona Fortuna aun respiraba con furor y yo me descubría inundado por un sentimiento de frustración.
Sobre el final mis pupilos controlaron los tiempos y propiciaron el vaivén de faltas. Solo así se pudo estirar esa diferencia que, obstinadamente, dormía bajo los diez puntos. No se puede menospreciar un triunfo, pero sí el rendimiento de un partido. En este caso, Bona Fortuna pudo colaborar con la emoción, pero optó por guardar pólvora.
Sumamos nuestra tercera victoria al hilo. ¡Qué venga la cuarta!